5.1 El Chirimoyo
El Chirimoyo fue uno de los primeros fraccionamientos de la localidad de San Sebastián el Grande en tener una plancha de concreto y unas canastas de básquetbol. Ahí íbamos por las tardes, allá por el 2004, al salir de la prepa para practicar trucos con las patinetas, nos llevábamos un riel y un cajón que veníamos cargando desde Jardines de Verano. A veces la cosa se complicaba porque estaban los biroteros y los cajeros, dos grupos de veteranos que jugaban básquetbol en la cancha. Nunca nos hablamos, cada uno jugaba a lo suyo en el espacio, alguna vez sí salimos de pleito, como cuando Manuel iba montado sobre el riel y golpeó a uno de los cajeros. Casi esa fue la última vez que recuerdo que estuvimos ahí. Después crecimos y ya no volví al espacio, hasta lo que me contaron que pasó.
Me dijeron que un grupo de madres de familia desde hace mucho tiempo estuvieron gestionando en el ayuntamiento para que rehabilitara todo el espacio del Chiri, sin embargo, lo único que habían conseguido era que hicieran un kínder y luego un tejabán donde montaron una capilla, aunque ese casi lo hicieron los puros vecinos. El terreno era tan grande que no había esfuerzo humano ni dinero que lograra darle abasto.
Cuando apareció la convocatoria de las acciones sociales del presupuesto participativo, Ivón y Maricruz conformaron un consejo social y decidieron jugarse la última carta con el gobierno. Pero ahora la cosa pintaba de otro modo porque al parecer había más capacidad de decisión e incidencia. Por eso, se aventaron a formar el grupo junto a otras señoras. Aunque al principio el sueño fue muy grande porque el proyecto era ambicioso, imagínense que se reunieron con las mamás que viven en el Fraccionamiento el Arroyo, de Jardines de Verano y el Chirimoyo para solicitar que en la zanja donde pasa el canal del agua, que baja del cerro de latillas año con año, se le colocara una bóveda de concreto para que funcionara como un andador, que iniciara en el arroyo y llegara hasta el Santo Niño y la unidad deportiva. Todas las mamás firmaron, la idea era buena.
Pero dicen que a Luisa la cosa no le dio tan buena espina porque para hacer esa obra se necesitaba un dineral y de seguro gestionar permisos y permisos, entonces le dijo a Ivón y a Maricruz que metieran aparte otro proyecto, uno que mejorara el espacio del terreno del Chiri. Quizás una cancha o algo así, pero algo que hiciera que el espacio fuera más habitable porque conforme pasaban los días, los pandilleros se anidaban más ahí, en lo oscuro, en el rincón y molestando a las muchachitas que tomaban esa calle para regresar a sus casas después de la prepa.
El terreno es nuestro, de la gente, no de esos vagos, y yo digo que vamos entrándole, que nomás nos digan que sí y verán como entre todas hasta picos agarramos y le empezamos a hacer a la tierra, dicen que Luisa hasta hablaba de bulto en las juntas del consejo social.
Recibieron la noticia de parte de la Coordinación General de Participación Ciudadana y Construcción de Comunidad y un render que simulaba el resultado final. Se hicieron los trabajos de consulta y las visitas de campo por parte de los arquitectos y entre la interacción con las personas fueron descubriendo los deseos y las necesidades que había en el espacio. Lo primero que se necesitaba hacer era que el terreno dejara de funcionar como un rincón baldío en el fraccionamiento, como una tierra de nadie, opaca y decolorada.
Descubrieron que había una gran cantidad de niños que todas las tardes iban al área y entre los pastizales jugaban a las escondidas, aunque algunas veces con el riesgo de ahogarse en unas zanjas de agua que estaban en unas parcelas de hortalizas que colindaban con el fraccionamiento y carecían de linderos.
Hubo momentos de desesperación porque a veces esos del gobierno con su enredo de tiempos y trámites hacían que las máquinas y los albañiles dejaran de ir. Entonces la gente tomaba sus teléfonos y marcaban a las oficinas de participación ciudadana para pedir una explicación, para decirles que se apuraran, para explicarles que los tiempos del gobierno hacen que se rompan las ilusiones de la gente. Pero siempre volvía la cordura en el grupo con el argumento de que habían esperado más años en arreglar las cosas que lo que estaban esperando para que terminaran las canchas.
Al final, después de tanto esperar y lo que fue surgiendo a ratitos, las calles se llenaron de colores verdes en líneas y triángulos que se pintaron desde lo alto de las casas de doble piso hasta concordar con el pasto de la cancha, donde se distinguía muy bien a los niños y niñas, en puros calcetines, acostados en el pasto sintético, haciendo angelitos, como si les hubieran puesto una alfombra o una capa de nieve. "Entonces sí", decía Luisa, "la cosa ahora sí parecía una huerta, una huerta verde de chirimoyos, peras, guayabas y manzanas". El fraccionamiento enverdeció en un tono de verde-maduro, porque la comunidad está aprendiendo a crecer, a ver por sí misma y comer de sus propios frutos.
Construcción de una multicancha con una inversión de 500 mil pesos, en el fraccionamiento El Chirimoyo de San Sebastián.
