2.2 LabASE
Porque un puente, aunque se tenga el deseo de tenerlo y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verdaderamente puente mientras los hombres no lo crucen. Un puente es un hombre cruzando un puente, che. (Cortázar, J. 1975).
Actualmente Francisco acude a los talleres de herrería que se imparten en LabASE, él ha empezado desde hace una semana a construir una banca para colocarla en el parque de su fraccionamiento. Luis lo invitó al taller de serigrafía, pero a Francisco lo convenció la idea de producir cosas con hierro y metal. ¿Quién iba a pensar que de una planta de tratamiento de aguas negras brotara un aula creativa como la del taller de herrería?
Francisco recuerda que desde pequeño cuando pasaba por el parque de Av. Yuscapán y Buenos Aires sólo lograba ver grandes muros de concreto y solía preguntarle a su mamá: "¿Qué es eso? ¿Qué hay ahí? ¿Por qué no tiene puertas o ventanas como cualquier casa?" Su mamá le decía que no era una casa, que más bien era un estorbo maloliente. La gente veía a ese monstruo de concreto ahí en medio del parque, muchas veces maldecido por los amantes del fútbol porque al volar la pelota, la caja de agua se la comía y no había forma de recuperarla. Algunos otros en las noches iban y buscaban rellenar el tremendo boquete de la planta de tratamiento arrojándole los muebles viejos de sus casas o la basura que el camión no recogía.
Pocas personas visitaban el clúster 21, porque ahí han ocurrido un montón de desgracias. Y la peor parte se la llevaban los de Geovillas porque para ir a la primaria que está en el clúster es necesario cruzar por el “callejón del diablo”, que es un andador que las personas hicieron a base de romper los tabiques de las bardas, pero transitarlo era muy peligroso porque los vándalos aprovecharon el abandono del parque y la oscuridad de la planta de tratamiento para cometer asaltos y hacer otros daños.
Durante una de las clases de herrería los niños y las señoras que estaban construyendo bancas y aros para una canasta de básquet narraron la historia de LabASE y lo hicieron de una manera como cuando un pueblo narra el mito fundacional de su comunidad. Dijeron que desde que la constructora abandonó las plantas de tratamiento los vecinos se organizaron para que el gobierno o alguien les ayudara a derribarla, pero durante años por una cosa u otra, muchas veces por presupuesto, no se había podido. Y que casi perdieron las esperanzas, pero la rabia y los corajes que sentían al ver la caja de agua ahí, hedionda y llena de malandros los hacía recobrar las fuerzas.
Un día en una reunión que hubo en las instalaciones de DIF de Santa Fe, se presentó un proyecto que venía de la Coordinación de Participación Ciudadana y Construcción de Comunidad, ahí les dijeron que se había diseñado una nueva manera de organización social y de participación ciudadana, que consistía en formar consejos sociales y estos tenían la facultad de solicitar proyectos e intervenciones para beneficiar a la comunidad. Después de esa junta se reunieron con el coordinador social y le expresaron que querían formar el consejo social del clúster 21 y que una de las primeras cosas que querían hacer era derribar la planta de tratamiento a ver si finalmente se podría tener una unidad deportiva o una cancha de fútbol como la que tienen en el clúster 14 o un quiosco como en el 16.
Cuando se abrió la convocatoria para las acciones sociales y en la reunión mensual en el DIF con los de Participación Ciudadana los vecinos expusieron su problema y su idea. En la Coordinación de Participación Ciudadana y Construcción de Comunidad, les dijeron que iban a valorar la propuesta, que necesitaban cotizar el derrumbe de la planta.
Al poco tiempo, en la sesión entre el Consejo Municipal de Participación Ciudadana y la Coordinación de Participación Ciudadana se llegó al acuerdo que había que hacer algo con la planta de tratamiento, que cómo era posible que hubiera pasado tanto tiempo y nunca se hubiera realizado ninguna acción.
Pero la idea de derribarla podría ocasionar que quedara un gran hoyo y un gran espacio sin utilidad, que al final se volvería a convertir en basurero y la maleza les seguiría dando muros para esconderse. Entonces esta mesa de trabajo convocó a un grupo de arquitectos especialistas en espacios públicos y después de discutir qué se podría hacer se llegó a una conclusión: la planta no se va a derrumbar, se va a reciclar.
María explica: nos dijeron que sí la tumbaban sólo quedaría un hoyo y un espacio que de igual manera seguiría siendo inseguro y que además salía muy caro el derrumbe, cerca de 3 millones de pesos. Entonces dijeron que es mejor reciclarla, es decir, limpiarla, pintarla y reutilizarla para actividades que beneficien a todos, sobre todo a los vecinos del clúster. Eso costaría más barato, aproximadamente 2 millones 500 mil pesos. Al inicio dudamos, pensamos que nomás nos estaban vacilando y que al final nomás medio la arreglarían, dirían que no se pudo y después todo volvería a ser lo mismo. En un inicio eso nos desilusionó, pero al final era la opción que había. Nunca nos habían hecho caso. Pero todas estas ideas se borraron de mi mente cuando los arquitectos nos mostraron unos planos de lo que pensaban hacer con la planta y luego el nombre que estaban pensando, Laboratorio de Arquitectura Social y Estratégica, LabASE. Me animó bastante y a muchas de mis vecinas también.
“En pocos días empezaron las labores, ¡y no pueden imaginar la cantidad de basura y cosas que había dentro! Fue muy triste ver algo así” relata María. “Había animales muertos, bueno los restos, muebles ya oxidados y rotos, lodo por todos lados, basura, mucha basura, ¡ah la gente sólo aventaba las bolsas! Bueno hasta cosas que parecían brujerías y otras que prefiero no mencionar” dice Lulú.
“Al terminar de limpiar las naves de la planta, esta se pintó de color blanco como si se tratará de un laboratorio”, al parecer de Francisco. “Luego colocaron unos murales en el techo que parecen de plástico, pero me gustan porque refleja a toda la gente que sale de Santa Fe a buscar el pan de cada día. Abrieron una puerta y pusieron pasto en la pequeña explanada que estaba frente a la puerta. Yo pasaba y veía cómo iba quedando y tenía ganas de verla de adentro. A nadie le dejaban ver lo que pasaba, todo a puerta cerrada, y los vecinos con los ojos pelones siempre esperando la sorpresa. Nomás veíamos lo que iba sucediendo desde afuera y cómo el color blanco aparecía ahí donde antes todo era gris y negro”.
“Unos meses después, por fin conocí el interior de esa enorme planta, acudí con mi mamá a una revisión médica y de nutrición que su amiga Socorro le había platicado estaban haciendo ahí. Cuando entré me quedé asombrado: primero me enteré que a esa planta la habían bautizado y se llamaba LabASE (Laboratorio de Arquitectura Social Estratégica), me contaron que la finalidad era que fuera un lugar para todos, es decir, que se pudieran reunir ahí, niños, niñas, adultos y todo aquél que quisiera desarrollar proyectos en beneficio de la ciudadanía, por ejemplo que un grupo de arquitectos se reuniera y comenzara a diseñar un parque.
Después recorrimos los pasillos de aquel lugar, tiene cuatro, que ahí le llaman naves. La primera nave se llama polivalente esa funciona como una galería urbana, en ella se exponen todos los proyectos que elabora la comunidad. La segunda nave se llama aula, esta se utiliza como un salón de trabajo, además cuenta con una biblioteca. La tercera y cuarta nave se llaman de taller A y B, que es donde se enseñan los diversos talleres que se ofertan como el de herrería en el que me inscribí. También cuenta con un cuartito de cine donde se expone la historia de LabASE a través de imágenes, maquetas y todo aquello que la imaginación da. Los baños están en la parte de arriba y hace poco comenzaron a construir una cancha de fútbol en el área restante del espacio".
Ximena, contó que cuando inauguraron LabASE, a los pocos días, cerca de las vacaciones de Semana Santa, los invitaron a construir unas albercas con material reciclado. “Pensé que sería imposible, que no podríamos, pero me motivaba meterme a una alberca, yo nunca había estado en una. Pusimos tarimas, lonas y un pasto como de plástico color rosa, fue muy divertido armarlas con mis compañeros, y más divertido fue darnos un chapuzón, todos los niños me decían arquitecta nomás porque hice un dibujo de las albercas y andaba diciéndoles cómo movieran las cosas, incluidos a los grandes que andaban en la construcción”.
Roberto acude los miércoles a LabASE a ver películas: “vengo con mis amigos, es raro que faltemos, una vez vimos cortometrajes porque iba a ser el día de muertos, hubo unos cortos que era de otros países como España y Chile. También hemos hecho algunos festejos aquí como el día de Reyes, el primer aniversario de LabASE, el día del niño y el día de las madres e hicimos un altar enorme en toda el área”.
La ex planta de tratamiento, ahora LabASE se ha convertido en un ícono en el fraccionamiento Santa Fe y también en uno que demuestra que las ciudades también pueden crearse a partir de la reutilización, que una ciudad en sí misma tiene la capacidad para regenerarse siempre y cuando cuente con una ciudadanía viva, y de este modo en un doble movimiento, ciudadanos y ciudad se sobreviven y se gozan a sí mismos.
Rescate de una planta de tratamiento y acondicionamiento de un Laboratorio de Arquitectura estratégica con una inversión de 2 millones 500 mil pesos.
