1.1 Hoy será un buen día
Al ingreso de Geovillas la Arbolada se puede leer esta frase cada que alguien sale del fraccionamiento.
No siempre el ingreso estuvo así, antes eran grandes muros grises, con un tejado y un módulo de control al ingreso que nunca se utilizó, pero que se convirtió en el escondite de delincuentes que agredían y asaltaban a los que transitaban por ahí.
El lugar era invadido por sentimientos de miedo, horror, tristeza, impotencia y todos aquellos que un lugar inseguro y gris puede generar. La necesidad es la causa para cruzar por los arcos, porque de ganas propias nadie lo hacía. Por estos arcos y por toda la avenida Morelos la gente andaba a tientas, sostenidos de la esperanza de no sufrir algún susto o un asalto. ¡Qué feo es salir de tu casa y sentir temor desde que se cruza la puerta!
Ante la impotencia sufrida por estos arcos y toda la avenida Morelos los habitantes de Geovillas la Arbolada y el consejo social de la zona solicitaron la instalación de videocámaras de vigilancia. Las cámaras podían ser el ojo vigía ante estas dinámicas que ponían en peligro la integridad humana, pues todos sabemos que la vigilancia genera disciplina y castigo.
Sin embargo, había un problema, la instalación de cámaras salía de los lineamientos presupuestales y de actuación reglamentaria, que tienen las acciones sociales, pero en la Coordinación de Participación Ciudadana y Construcción de Comunidad tampoco se podía ser indiferente ante esta grave situación que ponía en riesgo los bienes, pero sobre todo el sentimiento de bienestar de las personas.
La gente que cruzaba por los arcos recordaba las promesas y las ilusiones con las que compraron su casa, pues el arco y el paisaje de alrededor simulaban la sensación de vivir en el campo en una antigua hacienda, una parecida a la que hubo alguna vez en el valle de Tlajomulco. Al cabo del tiempo, la indiferencia y las prisas con las que se vive en una urbe como la de Guadalajara, las ilusiones de pradera y hacienda se fueron venciendo y marcándose en los muros de los arcos.
¿Qué se podía hacer para que la arquitectura del espacio público se convirtiera en un garante de la ilusión, la seguridad, la alegría y la vigilancia que no generara un costo alto e implicara un protocolo de seguridad? La respuesta no estaba en las oficinas de gobierno, sino en los académicos, en los arquitectos.
Por eso se contactó a un grupo de arquitectos y jóvenes para que discernieran el problema y de manera creativa transformaran el espacio y volvieran las ilusiones que tuvo la gente cuando adquirió el crédito de su vivienda.