Calle con un camellón y un mural donde aparece un balón

1.6 A cada uno su ingreso, a cada uno su color

Capítulo:
Cuando nos sentimos parte de algo

El lenguaje es el órgano con el que piensan las ciudades y las sociedades que las habitan, el lenguaje será el que dará cuenta de la modificación de los espacios, de las formas de pensar, de ser, de lo que sentimos y de cómo lo sentimos (González, R. 2004 en Fernández, P. 2004).

Las 16 mil 444 casas del fraccionamiento Hacienda Santa Fe se encuentran divididas por clúster del 1 al 59. Por eso cuando se pregunta ¿En dónde vives? Se dice en el “clúster 5”, o “soy del clúster 30”, o “esas personas son del clúster 45” o, también, “allá en el clúster 21 es peligroso”; siendo así la referencia del lugar en donde se vive, con números, así como un expediente de hospital donde se le quita el nombre al paciente para convertirse en un número y estadística más de la medicina. Cosa contraria sucede en los pueblos donde los bloques de cuadras componen un barrio, y este lleva un nombre como el Barrio del Arroyo, el Barrio de la Virgencita, de San Martín o del Recreo, que hacen que ese conglomerado de gente que vive en bloques cercene la ciudad a partir de significaciones identitarias.

En las reuniones mensuales que se tienen en el fraccionamiento Santa Fe con los presidentes de los consejos sociales se puso sobre la mesa la posibilidad de crear proyectos para mejorar los espacios públicos de los clústeres. Entonces lo consejeros al unísono pidieron que se mejoraran los parques de cada uno de sus clústeres. Sin embargo, el presupuesto del gobierno municipal era insuficiente y no se podía llevar a cabo un proyecto de esa magnitud, hacerlo tomaría más de una administración municipal y prescindir de realizar otras obras municipales. Por lo tanto, se consensuó buscar un proyecto común que beneficiara a la gran mayoría de habitantes de Santa Fe y del Valle.

Pero ¿qué podía ser? ¿Qué de común hay en Santa Fe que su intervención beneficie a todos y al espacio público? Los ciudadanos y los del Gobierno Municipal no lo encontraron, por lo que se les pidió ayuda a los académicos, especialistas en espacio público y ellos concluyeron que lo que hay de común en Santa Fe son los ingresos a los clústeres. Todo mundo en este fraccionamiento tiene un lugar asignado para el ingreso, por dentro del clúster se alcanza a ver la entrada lo mismo si se transita por las avenidas principales, siempre hay una entrada o una salida. Cada clúster tiene uno, son similares, con un número pintado en una lámina (algunos ya ni se ven porque el paso del tiempo los borró y la numeración sólo se la saben de memoria aquellos que llegaron al fraccionamiento desde el principio) para indicar en cuál se encuentra el habitante o visitante, éste a la vez colgado en un poste o en un barandal.

En este sentido la propuesta que los académicos y el gobierno municipal dieron fue la de rehabilitar todos los ingresos del fraccionamiento, cada uno contaría con una estela, ésta tendría un pequeño mural con un dibujo que distingue a ese clúster, por lo tanto, para buscar esas distinciones los vecinos tienen que ponerse de acuerdo para buscar qué los caracteriza y después un artista urbano, junto a ellos, pintará la imagen, además habrá lámparas al ingreso y bancas, porque un espacio es público a medida que se encuentra habitado y apropiado.

“A mí clúster sólo lo distingue el número, las casas son similares, los ingresos están iguales, esto en lo estructural, pero hay cosas que nos definen como comunidad. Después de 15 años han pasado muchas cosas como para no tener algún distintivo. Por ejemplo: aquí nos gusta jugar fútbol y siempre hay niños jugando”, menciona Fátima, que vive en el clúster 21.

Así comenzó la rehabilitación de cada uno de los espacios, tras reuniones con los vecinos se fue rehabilitando cada uno, ahora los clústeres se tornaban como elementos de identidad, que trascendían lo seco y opaco que es decir “vivo en el clúster 23” donde ahora se puede nombrar con gusto “vivo en el clúster del balón” o “allá está mi casa, en el clúster del colibrí”.

En el clúster 24, Samy dijo que a ellos los distingue el quiosco que gestionaron hace 8 años, pues todo el mundo en Santa Fe los conocen como los del clúster donde está el quiosco, lo mismo sucede con el 33 donde Hilda dice que ellos son conocidos por ser los de la palmera, porque un señor que se llama Ernesto, en los inicios del fraccionamiento la plantó, pero ya no vive ahí porque se regresó a Guadalajara a vivir y les dejó de herencia esa palma.

En el clúster 13, los vecinos dijeron que a ellos lo que les gusta es el nombre de sus calles, pues todas tienen nombres de ciudades italianas, por eso le pidieron al Secreto Rebollo (el artista urbano encargado de curar y pintar esta galería) que pintara un coliseo romano.

En uno de los clústeres, allá llegando al Chivabarrio, los vecinos no esperaron a que llegara Secreto Rebollo para pintar, y entre ellos intervinieron las estelas a través de líneas abstractas en concordancia con colores morados.

Cosa contraria sucedió en el clúster 43 donde los ciudadanos decidieron ser representados por un corazón, sin embargo, alguien por la noche llegó e intervino con líneas y rayas deformando el mural colectivo, ante estos los vecinos tomaron fotografías y expresaron su enojo, de modo que buscaban dar con el o la responsable, pues las heridas del corazón siempre enflaquecen y enfurecen a quien las padece. Entonces a fin de evitar una tragedia se buscó volver a pintar la estela, pero ahora con otra interpretación por lo que se dibujó a dos manos haciendo la forma de un corazón.

Cuando se reinterpreta un espacio por medio del lenguaje también se logra transformar la realidad del espacio, porque este siempre está refiriendo a una significación. Ahora ya no se dice sólo “soy del clúster 21, el de la planta de tratamiento abandonada, el del picadero, el peligroso”, ahora en el decir de la gente se incluye “el clúster 21, el del balón, donde está LabASE”.

ACCIÓN

Rehabilitación de los ingresos de los clústeres en Hacienda Santa Fe, con una inversión de 12 millones 750 mil pesos.

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